Emolectura es vivir el instante y ser feliz: ¿cómo se consigue?
Foto de Ben White |
La felicidad no es un estado, es una creación propia.
Francisca Leiva
Cuando era joven, perdón, mucho más joven que ahora, deseaba ser culta y leía a los clásicos, pensando que así lo conseguiría y, de paso, me haría feliz. Sin embargo, después de enamorarme de la Antropología, desestimé ese concepto de cultura para abrazar uno más real, el que se acerca a los valores que compartimos todos y que los incluye, por supuesto, pero de un modo más popular, vistiendo la realidad en la que vivimos: las referencias en el cine, en la prensa, la publicidad, el diseño, la moda, la música...
No nos confundamos, la cultura, con la que soñaba en mi juventud, está en los libros, cine, música... pero también está en todo lo que nos rodea. Aprendemos el lenguaje, sus metáforas y aprendemos cultura, porque estamos inmersos en ella. Desarrollamos nuestras opiniones e ideas sobre las bases desde ese aprendizaje, por tanto: ¿son nuestras nuestras ideas sobre el mundo?
¿Qué pensamos de la felicidad?
Pues dependiendo del clásico que sigamos podemos creer como Aristóteles (384 AC-322AC) que "la felicidad consiste en hacer el bien"; o como Séneca (2 AC - 65) que "los elementos de la dicha son: una buena conciencia, la honradez en los proyectos y la rectitud en las acciones"; o seguir una versión más humanista como la de Erasmo de Rotterdam (1460-1536) en la que "la felicidad consiste principalmente en resignarse a su suerte, en querer lo que se es".
Resignación, esa es la palabra, los chicos se resignan a pasar seis horas de sus vidas escuchando o haciendo tareas que no aman, que no les interesa, que no tienen sentido...
Resignación, esa es la consecuencia de un sistema de trabajo en la que todas las partes ya han decidido que lo que ocurre o ha de ocurrir (distorsión cognitiva: enunciación "debería") no se puede asimilar a la palabra FELICIDAD.
Por supuesto, está mal visto bajar de una clase diciendo: "¡¡¡estoy feliz, me lo he pasado genial con mis chicos!!!". Todos te miran como si hubieras consumido alguna sustancia no controlada o transmiten esa mirada de fastidio: "pues, a mí, me quedan tres horas aún", como si fuera un largo y tortuoso camino de infelicidad.
Realmente, dar clase requiere un gran esfuerzo, sin duda, y además no se ve: preparar el contenido, actividades, temporalización... y todo ello para un público poco agradecido. Por otra parte, hemos de añadir la presión social, que solo mira (distorsión cognitiva) aquello que le interesa de nuestra labor. Al final, acabamos pensando que no debemos sentirnos felices; que las circunstancias son demasiado adversas para permitirlo. Además de todo esto, estamos programados para recibir mayor satisfacción mientras estamos intentando conseguir algo, que cuando lo hemos conseguido. Y las palabras de aquellos que nos preceden lo fueron recogiendo: "No vivimos nunca, sino que esperamos vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca". Blaise Pascal (1623-1662).
Pues bien, ha llegado la hora de desnudarse, de despojarse de esos ropajes culturales, que nos impiden crear nuestra felicidad diaria. Hemos de abandonar la idea de que estamos inmersos en un valle de lágrimas, para lanzarnos al Carpe diem con todas sus consecuencias. Es una necesidad vital para nosotros y nuestros chavales.
Ahí va, cultura para el siglo XXI, Ben Tal-Shahar:
"My purpose in life is to bring happiness to life".
Con unos presupuestos muy sencillos el profesor Dr. Ben Tal-Shahar nos da las claves para dejar de buscar la felicidad y encontrarnos con ella, desde la simplicidad de ser humanos, de abrir los canales de nuestros sentimientos, de respetar nuestra naturaleza, nuestros deseos y encontrar el equilibrio entre nuestras aspiraciones y lo que vamos alcanzando en la vida.
Su curso de Psicología positiva de Harvard supera en número de alumnos al de Economía. Y eso demuestra que lo primero que debemos establecer con nuestros alumnos es una relación sana.
Por tanto, transmitir a nuestros chicos cuáles son las bases de la felicidad en todo momento, con cada sentimiento, es una tarea ineludible, previa a la Economía, las Matemáticas o la Lengua. Estar en clase es tan satisfactorio como estar con tus amigos... porque lo que hacemos tiene sentido para nuestras vidas. El diálogo con los chicos es fundamental para conocer sus inquietudes, sus deseos y que entiendan cómo puede ayudarles para sus aspiraciones futuras lo que estamos haciendo en clase.
En una de mis clases de argumentación, me dice una alumna: "ya Paqui, pero ¿para qué me sirve a mí la argumentación en un examen de piano? Es muy difícil y solo tengo que llegar y tocar".
A lo que yo le pregunté: "¿qué tienes que tocar, una pieza determinada?
"No, lo que yo quiera", contestó.
Respondí: "pues, la argumentación no es solo un recurso para el discurso oral o escrito, nos proporciona otras estrategias. Pregúntate qué valorarán más en la elección de tu pieza, elígela en función de los argumentos que la hagan mejor para el nivel de piano en el que estás: por su dificultad, las emociones que transmite... los posibles gustos del profesor que te examina... Haz de la argumentación tu mapa de ruta, argumenta cuál es la mejor pieza para la prueba y prepárala con el corazón. Disfruta cuando toques y no esperes otra cosa que no sea una valoración positiva, porque lo que se hace bien, termina bien".
Aprobó, por supuesto, y me dio las gracias. Cada contenido es una oportunidad de comunicación... de conexión... de relación humana y natural con tus chicos. Nuestro trabajo no es transmitir contenidos como nos han enseñado, ni desarrollar capacidades... los chicos ya las tienen... solo necesitamos enseñarles el camino a sí mismos, a sus habilidades y ayudarles a mejorarlas.
Ir a clase no puede ser esperar, ni para los alumnos ni para el profesor; ir a clase es conectar nuestras emociones y necesidades con lo que aprendemos... es ...
vivir cada instante.
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