El desorden de tu nombre: saber ser, saber y saber hacer.

   
Foto de Robert Collins.
    En el largo camino hacia el método que he llamado Emolectura, he partido siempre de la comprensión de los aspectos más importantes que forman parte de lo que somos: nuestro cerebro, su estructura, su modo de funcionar y su evolución a lo largo de la vida. Como he venido haciendo a lo largo de todas las páginas de este blog, podría seguir citando obras, autores y teorías que nos acercan a la comprensión de todos los fenómenos que nos sitúan en la realidad y nos permiten relacionarlos con los demás. Sin duda, es un trabajo que seguiré haciendo, pues nos quedan muchas obras por comentar y muchas grandes ideas sobre el hombre y su búsqueda de la felicidad desde el aprendizaje continuo.

     Pero lo cierto es que la Emolectura no nace de la aplicación de ningún método en concreto, porque es un método en sí misma, un método nacido de la inducción, del trato continuo y humano con los chicos, de la observación concienzuda y analítica de las interacciones con los demás, de sus reacciones y de las propias reacciones. Y lo cierto es que es un método que se ha construido a lo largo de muchos años. El hecho de que muchas teorías vayan avalando aspectos teóricos y prácticos de la Emolectura viene a ratificar que los avances en la investigación dentro del campo de la Educación indican caminos similares, que los avances sobre la comprensión de cómo funciona el cerebro nos llevan al mismo lugar, ya desde la deducción, como desde la inducción.
   
     Hasta aquí hemos ido llegando a algunas conclusiones importantes, como que aprendemos para la vida, para la felicidad y que, solo desde ese modo de aprender, el aprendizaje se puede llamar realmente aprendizaje, dejando fuera a todos esos otros actos de memorización intensiva que terminan en un examen; aquellos actos que tienen como finalidad una nota, una prueba y que mueren al morir esas horas o esa noche de estudio. Las leyes nos hablan de competencias, parece que pretendemos enseñar de otros modos, pero los resultados vienen a ser los mismos, los exámenes y las pruebas vienen a marcar los tiempos de estudio y descanso. Las notas de corte determinan las capacidades o competencias de alguien para ser médico o mejor médico que otro. Pero el ser humano sigue siendo, afortunadamente, mucho más que todos esos sistemas en los que intentamos encasillarlo o encarcelarlo.

     La naturaleza nos marca los tiempos irremediablemente: nueves meses para poder venir al mundo, varios años para comenzar a hablar, un año al menos para caminar... El ser humano se construye día a día, lo que somos es un largo proceso de lento aprendizaje donde la diversión, la ilusión, el esfuerzo, la tenacidad y la audacia nos acompañan. De pronto, un día, ese ilusionante devenir hacia lo que somos y lo que seremos deja de ser un reto divertido, emocionante para convertirse en un saber y saber hacer, los dos términos que en primera instancia recoge la LOMCE, para finalmente llegar a saber ser.

     Tal vez ahí nos perdimos, porque, sin duda, primero es saber ser, tener claro quiénes somos, qué queremos, adónde vamos. No ser adulto no significa no ser, significa ser de otro modo, ser en proceso de ser, pero estar ya siendo. La Emolectura busca un aprendizaje del saber ser en primera instancia, un saber ser en todo momento, porque la razón última de todo aprendizaje es encontrar la respuesta a lo que somos, a lo que queremos ser y, por supuesto, a la felicidad.

     El tiempo cobra aquí un valor especial, pues confundimos estar seis horas en clase, tener seis  horas a los chicos en clase con aprender... Cada uno de nosotros vive en su tiempo interno que se vuelve eterno en el laberinto de nuestros pensamientos o que pasa veloz como si no hubiera existido. No aprendemos en un horario, no aprovechamos las seis horas y estar más horas o más días ante una tarea no hace que la aprendamos más o mejor. Es la atención a esa tarea, el deseo de aprenderla y un conjunto de factores que la acompañan la que nos ayudará a afrontarla con éxito o no, por ello, saber o saber hacer no van primero, porque solo desde el saber ser se abarcará la tarea de saber y saber hacer con el intención, la atención y el deseo de perpetuarla para nuestro acerbo.

     Siempre les digo a mis chicos, primero has de construirte a ti mismo, quién quieres ser hoy, quién quieres ser mañana. Es tu decisión y para poder saber qué quieres ser en este mundo, en esta sociedad, debes entenderla, conocerla y ser capaz de ser crítico con ella para poder construir tú, el día de mañana, la sociedad que deseas.

     Muchas veces los chicos me plantean que la sociedad es como es y no se puede cambiar, que las decisiones que se toman van acordes a cómo funciona el mundo, que uno hace lo que hacen los demás, como si fuéramos víctimas de un ente superior que no nos deja ser nosotros mismos, pero "eso no es cierto", les contesto. Es de todos conocido que existe una tendencia a que los adolescentes hagan lo que hacen sus amigos... como si no pudieran decidir por sí mismos, pero reflexionar sobre ese hecho puede hacerles ver cuáles son sus actos irreflexivos y cuáles los que pueden cambiar.

     El otro día les puse el siguiente ejemplo: "si yo me dejo el móvil en clase, supongo que mañana seguirá aquí o en objetos perdidos de Conserjería". Y ellos me responden: "depende, si es de última generación no, si es una patata, sí". Y yo les pregunto: "¿por qué no habría de estar?". Me responden que si saben que es mío, me lo devolverían pero, si no, no. La argumentación es clara: "si no me lo quedo yo, se lo quedará otro, pues para eso, me lo quedo yo".

     Les respondo: "Chicos, la sociedad no existe, la sociedad no se habrá quedado mi móvil, sino uno de vosotros, el ladrón no es la sociedad, es uno de vosotros, un ser humano único, con conciencia y con la capacidad de decidir llevar el móvil a Conserjería. Todas y cada una de nuestras decisiones son nuestras, todas y cada una de las tendencias de la sociedad son decisiones tomadas por seres únicos y conscientes. Vosotros sois únicos y sois la sociedad de hoy y la sociedad del mañana".

     Pero este ejemplo no vale solo para los chicos, hacemos lo que otros hacen porque esa es la tendencia y no nos planteamos ni siquiera si es lo correcto, el camino de los principios, de los valores, de la verdad y la justicia. Cada decisión que tomamos repercute sobre nosotros, pero todos y cada uno  de nosotros somos únicos y somos sociedad. Nuestros actos parecen aislados pero, en realidad, son como piedras que caen en el estanque y que forman ondas que abarcan todo.

     Saber ser, esa es la clave para la sociedad del siglo XXI, para la educación del siglo XXI, ir más allá de lo que dicte la sociedad y enseñar el valor primero y fundamental: ser persona, con empatía, con valentía... Porque un día los chicos aprenden de los mayores, de esa majestuosa sociedad donde existen atajos, caminos simples para conseguir aquello que, en apariencia, parece lo mismo, pero no lo es. Entonces, se cuestiona el esfuerzo, deja de ser divertido hacer, porque parece que lo divertido es no hacer nada para conseguir el mínimo, el último día.

     Pero qué aburrido es esperar a que pasen seis horas sentado, qué aburrido es hacer como que se escucha mientras se cuchichea, qué aburrido es fingir que no aprender nos hace felices. No hay atajos, no hay salvavidas cuando no fuiste lo que querías ser... La escuela tiene un trabajo fundamental: encontrar el diálogo con los chicos, con sus padres para enseñar a ser, para enseñar que aprender es el único camino que nos lleva a nosotros mismos y a la sociedad que necesitamos.

     Otro ejemplo de cómo las tendencias destruyen o construyen la convivencia en la escuela o fuera de ella es el caso del acoso escolar. Hasta hace muy poco e incluso hoy todavía se pide a la víctima de acoso que abandone el lugar donde es acosada, por supuesto, por su bien, porque en las situaciones de acoso hay un acosador, una víctima y un conjunto de personas pasivas que apoyan al acosador o ayudándole, o simplemente callando. Esas circunstancias que se producen en la escuela demasiado a menudo terminan con un daño irreparable en la víctima quien opta por marcharse, generalmente. Estas circunstancias son el banco de prueba que el acosador llevará a cabo en su vida adulta futura, por ello, la escuela debe ser el regulador primero que controle y eduque para que, en la sociedad del mañana, el pequeño acosador no se convierta en una persona tóxica y acosadora en su vida adulta.

KiVa logo
     El modelo KIVA de Finlandia nos demuestra que la educación es la vía para mejorar y superar todos los escenarios, por negativos que sean, que se puedan dar en la escuela. Nos demuestra que la educación es un proceso lento, en cuanto que el método se aplica a lo largo de los años, pero que tiene sus frutos. Kiva nos demuestra que el camino más largo es el único transitable, si deseamos construir sociedades libres y sanas donde los seres humanos vivan desde la humanidad.

     Por todo lo dicho, creo que la primera competencia que ha de desarrollarse en la escuela es la de ser ciudadano para la vida desde el propio conocimiento, pero como miembros de un conjunto de seres que forman la sociedad. Por eso, yo siempre les pregunto a mis chicos: "¿qué quieres? ¿qué esperas de ti?" y cuando responden, yo les contesto: ¿vas en esa dirección?

     Hoy mejor que nunca nos alumbra la metáfora del camino, porque no es cierto que todos los caminos lleven a Roma, no es cierto que los atajos nos consigan los mejores resultados, tal vez los aparentes, pero no los reales... y podemos engañar por un momento pero no en el tiempo y podemos engañar a los otros, pero no a nosotros mismos. Y aunque parezca una paradoja, el esfuerzo puede hacernos más felices que el vacío hedonismo de esperar desde la nada a ser felices.

     Debemos esforzarnos conjuntamente por conectar con los chicos que se pierden en el camino, que no encuentran la conexión entre lo que son, lo que esperan ser o desean ser y lo que la escuela puede ofrecerles para alcanzar sus objetivos vitales futuros y su felicidad presente, porque la escuela deber ser una experiencia única capaz de abrir caminos para llegar al interior de los chicos, para ayudarles a gestionar su atención, su tiempo interno, su saber ser para poder aprender (saber y saber hacer).




   

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