SOBRE LA DISRUPCIÓN EN EL AULA



Foto de Taylor Flowe, en Unsplash.

     Como siempre digo a mis alumnos, en muchas ocasiones, nos conformamos con creer que sabemos lo que significan las palabras, pero ¿lo sabemos realmente? 

    Así, si consultamos la RAE, la palabra "disrupción" proviene del inglés disruption, y este del latín disruptio, -ōnis, variación de diruptio, -ōnis; cuyo valor es "rotura o interrupción brusca". Sin duda, esta definición puede resultar insuficiente si queremos referirnos a los problemas que podemos encontrarnos en clase si citamos esta voz.

    Pero, aún considerando un valor más amplio, sin duda, el iceberg que oculta esta situación es siempre mayor de lo que podemos imaginar. Efectivamente, se produce una rotura, una fractura en el desarrollo de la clase cuando nos encontramos con alumnos que se niegan a seguir el ritmo de la misma y la interrumpen con llamadas de atención, molestando a compañeros, al profesor, negándose a trabajar, enfrentándose al docente... Esa fractura es solo un reflejo insignificante de la rotura interior del ser humano que tenemos ante nosotros.

    Y no nos equivoquemos, la fractura o la rotura no se produce cuando un alumno es ya disruptivo, se produjo hace ya mucho tiempo. Se produjo cuando no tuvo la suficiente atención en casa, con las dificultades en clase, con los traumas que le inundaban y no sabía gestionar... Lo que nos muestra el iceberg actual es solo una brizna del problema que se encierra en su interior. Las interrupciones, la falta de control emocional, el desorden de su comportamiento y su incapacidad de adaptarse a la disciplina es un problema más profundo que aquello que se nos muestra a primera vista.

    Tal vez, la primera emoción que sintamos en situaciones así sea la frustración, pero no debemos dejarnos llevar por nuestras emociones, pues, cometeríamos el mismo error que nuestros alumnos. Sentimos aquello que pensamos, por tanto, controlando nuestros pensamientos, podemos controlar nuestras emociones. Generalmente, la frustración nace de distorsiones que se dirigen:
    - al comportamiento del alumno como: "debería estar atento, debería trabajar y no molestar..."; "nunca está atento"; "nunca se comporta bien...";
        - a nosotros mismos, ya que, podemos sentir la presión de creer que los problemas del alumno están reflejando nuestra incapacidad para controlarlo en clase, para hacer que trabaje, para motivarlo correctamente...

    En cualquier caso, debemos alejar ese tipo de distorsiones cognitivas, del tipo, "debería..." o "todo o nada"... de nuestro espectro de pensamiento y ocuparnos del propio alumno. La disrupción puede ser de muy diversos tipos, pero, creará una tensión en el aula. Nuestro trabajo consiste en contrarrestar esa energía negativa con calma, con control emocional. Para ello, debemos hablar al alumno sin ningún atisbo de enfado, con tranquilidad y, hasta con humor, si fuera posible. Debemos distender la situación para que el propio alumno encuentre el equilibrio que ha perdido y no traslade la tensión o la energía disruptiva al resto de la clase.

    A veces es necesario sacar al alumno de la clase para tranquilizarlo, pero, al contrario de lo que se suele hacer, no debe entenderse como un castigo, simplemente como una medida consecuente a su reacción. Contar con profesores de guardia que puedan ayudarnos en estas situaciones no debe llevarnos a pensar que no somos capaces de hacernos con la situación. No se trata de nosotros, se trata de dar la mejor atención a nuestro alumnado.

    Por supuesto, controlar una situación de emergencia en un momento determinado en una clase no es una solución al problema. La mayor parte de las veces, el alumno va recibiendo amonestaciones hasta que es expulsado y el sistema lo condena así definitivamente a la  reiteración del comportamiento.

    ¿Qué podemos hacer para solucionar realmente estos problemas de comportamiento? Las soluciones pueden ser muy variadas, pero, todas ellas pasan por hacer un estudio de caso del alumno, por comprender su problema y buscar una solución personalizada. Cuando nos encontramos con alumnos disruptivos en Secundaria, sus problemas pueden ser ya muy graves y puede ir desde la desconexión académica por falta de un adecuado seguimiento en clase, en casa, por problemas familiares... En estos casos, la escuela pone de manifiesto las carencias emocionales de los alumnos al requerir un comportamiento y una gestión emocional de la que estos carecen.

    Cuando en una clase hay varios alumnos disruptivos podemos optar por dos soluciones:
         - contar con la ayuda de un profesor de guardia que se ocupe de ellos dentro de la clase;
      - habilitar una clase con los alumnos disruptivos donde se trabajen los contenidos con herramientas audiovisuales, con tareas gamificadas y de manipulación manual y donde no se sienta la presión de alcanzar la consecución de unos objetivos académicos, ya que el objetivo fundamental será devolver al alumno el control emocional que ha perdido.

    La escuela y nosotros, como parte fundamental de ella, debe comprender que no siempre el alumnado está preparado para adaptarse al sistema, sino que es el sistema el que debe plegarse a sus necesidades si no queremos que estos chicos salgan a la calle pensando que han fracasado, cuando, en realidad, el fracaso no existe, solo existe el abandono. 

    Y sé que muchas voces clamarán diciendo que hay chicos que no quieren hacer nada, que no les apetece, que son "vagos" (etiquetación errónea), pero, deberíamos preguntarnos qué les hizo "vagos", quién no fue capaz de motivar, de alentar, de despertar su curiosidad, su amor propio...

    No, sin duda, no existe el fracaso, el fracaso es el abandono de nuestra tarea, es el abandono ante la búsqueda de soluciones que den cabida a todas las personas, sean cual sea su situación, sus necesidades, sus motivaciones o sus desmotivaciones. 

    Por tanto, ante una situación de abandono escolar, de irreverencia, de desafío, de falta de respeto, de chulería..., mantén la calma y encuentra en tu vocación la empatía para llegar al corazón del problema, al corazón del alumnado que se ha perdido en el camino.  

(Entiéndase, el alumno, como género no marcado).  
    


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